A partir de los 6 meses los bebés comienzan a regularizar los ciclos de sueño y a cambiar sus necesidades, como apunta la Asociación Española de Pediatría (AEP). Su organismo se autorregula y cada vez necesitan dormir menos horas. Sin embargo, a partir de los 2 o 3 años es cuando los padres empiezan a tener problemas para mandar a los niños a la cama. Para ayudarles a conseguir que los niños en edad preescolar tengan un descanso eficaz y reparador, desde la Sociedad Valenciana de Pediatría facilitamos a las familias una serie de consejos que pueden poner en práctica en casa a la hora de dormir para afrontar con energía esta vuelta al cole extraña y marcada por la pandemia.
En general, es recomendable que los niños aprendan a dormirse solos, sin la presencia de los padres. La hora diaria de acostarse y levantarse debe ser aproximadamente la misma todos los días para conseguir un buen patrón de sueño-vigilia.
Para crear un clima propicio al sueño, se debe comenzar por establecer una rutina tranquila antes de la hora de dormir. De esta forma es más fácil que los niños comprendan que se acerca la hora de acostarse. Tras la cena es un buen momento para leerles un libro o escuchar música con ellos. Lo cual tendrá un doble beneficio: los calma y potencia su desarrollo cognitivo. Esta pauta es importante implementarla cada día para crear en los niños un patrón a seguir.
Una vez en la cama, es importante asegurarnos de que los niños están cómodos. Si respondemos a sus necesidades, como si quieren agua o ir al baño, antes de que se acuesten, estaremos reduciendo sus excusas para no dormir. También puede ser beneficioso permitirles llevarse un juguete a la cama cada noche. Esto les ayuda no solo a conciliar el sueño por primera vez, sino que les tranquiliza en el caso de que se despierten a media noche.
El comportamiento de los padres ayuda a los niños a crear hábitos saludables
Siempre recomendamos a los padres dar tiempo a los pequeños y armarse de paciencia. Dándoles espacio, los niños aprenderán a gestionar su propia autonomía y frustración y empezarán a asimilar buenos hábitos para dormir. Al mismo tiempo, los menores también pueden desarrollar patrones naturales que podemos emplear como parte de la rutina, como por ejemplo si son madrugadores.
En el caso de que no quieran dormirse y opten por reclamar a los padres cada pocos minutos, nuestra recomendación para los progenitores es que eviten ir a su habitación. Pueden esperad varios segundos antes de responderles para darles la oportunidad de dormirse solos o tranquilizarlos desde su propia habitación. En el caso de que los niños estén muy nerviosos, los padres pueden ir hasta su cuarto a calmarlos, siempre hablando al menor volumen posible, sin encender la luz y recordándole que es la hora de dormir.
Dormir en la habitación de los padres, ¿sí o no?
En el caso de los bebés, normalmente tras la lactancia, recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de forma exclusiva hasta los 6 meses, se presenta la duda de si los padres deben sacarlos de su habitación para que duerman en la suya propia o mantenerlos en la habitación de la pareja. Ambas opciones tienen ventajas e inconvenientes, pero es una decisión que debe tomar cada familia en base a sus propias vivencias. El papel del pediatra será exponer los pros y contras que pueden obtener padres y bebés en ambos casos:
- El niño duerme con los padres: en este escenario, madre o padre podrá atener al bebé de forma inmediata si llora. El inconveniente principal es que las acciones y ruidos de los adultos pueden alterar su sueño. Por otro lado, calmar al bebé cada vez que se despierte dificulta su aprendizaje y su autonomía a la hora de conciliar el sueño.
- El niño duerme en otra habitación: de esta forma, los bebés pueden habituarse a su propio ritmo y aprender a conciliar el sueño solos. La desventaja en este caso la tendrán los padres, quienes deberán desplazarse hasta la habitación del pequeño cuando les necesite.