El verano es la época de mayor disfrute al aire libre y de más tiempo de ocio pero también es una temporada en la que la incidencia de algunas enfermedades aumenta. Esto es debido a diversos factores como son el aumento de las temperaturas, las actividades en espacios abiertos o los cambios en la alimentación habitual, especialmente en niños.
Por ello, desde la Sociedad Valenciana de Pediatría ofrecemos un listado de las enfermedades más frecuentes que pueden afectar a los más pequeños y algunas de las medidas que se pueden tomar para prevenirlas y tratarlas.
Índice de contenidos
Quemaduras solares
Las quemaduras solares son unas de las lesiones más comunes durante el verano por la mayor exposición solar, dado el aumento del tiempo que los niños pasan al aire libre y a una mayor perpendicularidad de los rayos solares. Debido a los daños que pueden provocar en la piel, lo más adecuado es que los niños estén protegidos del sol, ya sea con la ropa adecuada o a través del uso de cremas solares con alto factor de protección, y en el caso de que sea menor de 3 años, es recomendable evitar la exposición directa al sol.
Si a pesar de las precauciones, el niño se quema, lo más conveniente es bañar al menor con agua tibia para calmar el dolor, utilizar cremas y lociones hidratantes sin alcohol ni medicamentos, evitar la exposición solar y beber abundante agua ya que pueden provocar deshidratación.
No obstante, si el niño presenta ampollas, dolor intenso o fiebre, lo que traduce un mayor daño, hay que acudir al pediatra para que indique el tratamiento más adecuado. Además, en el caso de que las quemaduras solares se hayan producido en menores de dos años hay que acudir lo antes posible a un profesional sanitario.
Otitis
Otra de las patologías más frecuentes durante el verano que tiene una mayor incidencia en menores son las otitis externas, una patología que en estos casos se caracteriza por la infección del conducto auditivo externo. Esta situación se suele producir en niños que pasan mucho tiempo en el agua o que tienen una sudoración excesiva y este exceso de humedad puede generar la proliferación de gérmenes que afecten al oído.
En estos casos, lo más adecuado es que el tratamiento sea indicado por un pediatra para que valore la intensidad de la infección y descarte otro tipo de patologías. En este sentido, una de las primeras medidas puede ser la aplicación de gotas con antibiótico, con o sin corticoide, y antinflamatorios por vía oral.
Además, una vez que se han presentado los primeros síntomas, hay que evitar que el menor mantenga los baños en el agua e incluso que utilice algún tipo de tapón para los oídos o gorro durante las duchas.
Alergias alimentarias y problemas digestivos
Otras de las enfermedades que afectan a los niños con relativa frecuencia en esta época del año son las alergias alimentarias ya que en verano se come más fuera de casa y, por tanto, el riesgo de ingesta accidental para los niños alérgicos a alimentos es mayor. Esto impide que se controle el origen y los ingredientes de muchas recetas, por lo que hay que tener un especial cuidado con la alimentación, ya que este tipo de patologías pueden ser muy graves si no se tratan con la rapidez necesaria ni con la terapia adecuada.
Además, debido al calor, también se incrementan los riesgos de intoxicaciones alimentarias, por lo general, por el inadecuado mantenimiento de la refrigeración de la comida, como puede ser el caso de huevos, salsas como la mayonesa o carnes y pescados. En este sentido, es fundamental extremar la precaución y controlar qué comida se llevan los niños a la boca ya que un alimento en mal estado puede provocar desde diarreas y vómitos hasta fiebre, malestar general y cuadros más graves.
Picaduras de insectos y otras especies
Durante el verano, también se incrementa la población de muchos insectos como mosquitos, avispas, abejas o arañas. Esta situación, unido al mayor tiempo que se pasa al aire libre y al uso de ropa más ligera, aumentan las posibilidades de sufrir picaduras o mordeduras. En la mayoría de las ocasiones, las picaduras solo producen molestias en la piel, picor, escozor o hinchazón. No obstante, en casos puntuales, los niños pueden tener una reacción alérgica a la picadura, en especial de abejas o avispas, por lo que es conveniente detectar los síntomas y, en caso de reacción grave, acudir al centro de salud más cercano para que puedan valorar la situación, indicar el tratamiento más adecuado y evitar los riesgos.
Hay que destacar que otra de las lesiones más frecuentes en verano son las que producen las medusas en el mar. Este tipo de lesiones tampoco suelen ser graves, salvo reacciones alérgicas, y suelen presentar entre su sintomatología sensación de dolor en la zona afectada, ardor, inflamación, enrojecimiento y en ocasiones puntuales, sangrado. En todos estos casos, el tratamiento más habitual es limpiar el área afectada, como por ejemplo con suero fisiológico y aplicar algún tipo de paño frío para calmar la hinchazón. También se puede recurrir a algún tipo de antihistamínico o un analgésico para el dolor.
De todos modos, si el dolor es permanente e intenso, el estado de la picadura empeora y el menor no se encuentra bien, hay que acudir lo antes posible a un centro médico para que evalúen su estado e identifiquen de qué tipo de insecto o animal puede ser la lesión por si hubiera riesgos.
Golpes de calor y deshidratación
También es frecuente que, debido al aumento de las temperaturas y la intensidad de los rayos del sol, algunos menores sufran golpes de calor y deshidratación, dos eventos que pueden llegar a ser muy graves. Entre los síntomas más comunes de este tipo de patologías podremos encontrar una reducción de la frecuencia al orinar, somnolencia o mareos, irritabilidad, piel y boca secas, entre muchos otros.
Para evitarlos, lo más adecuado es reducir la exposición directa del sol, especialmente en las horas centrales del día, beber abundante agua de forma muy frecuente y mantener una alimentación sana, equilibrada y ligera. Además, en los casos más graves, hay que ponerse en contacto con los servicios sanitarios para minimizar los riesgos.
Hongos e infecciones
Otras de las patologías más frecuentes durante el verano son las infecciones por hongos y diversas bacterias, debido a que los entornos cálidos y húmedos, como playas, piscinas o vestuarios, se convierten en un caldo de cultivo idóneo para su proliferación. Estos gérmenes pueden provocar, desde lesiones leves, como el conocido pie de atleta, hasta otras enfermedades más importantes.
Además, otra de las infecciones más frecuentes en verano es la cistitis, de especial en niñas, ya que al pasar mucho tiempo con el bañador húmedo tienen más posibilidades de sufrirla.
Así, lo más adecuado es mantener unas adecuadas pautas de higiene personal, procurar no caminar descalzo por los sitios públicos y, una vez finalizado el baño, cambiar el bañador por uno seco en el caso de que fuera necesario.
Problemas respiratorios
Por último, con una menor incidencia, se encuentran los problemas respiratorios. Estos pueden aparecer por diversos motivos como pueden ser los cambios bruscos de temperatura por el aire acondicionado, el exceso de contaminación de muchos lugares durante los meses de calor más intenso, las variaciones en el ozono troposférico, e incluso la toma de helados y otras bebidas o alimentos muy fríos.
Estas situaciones pueden provocar infecciones respiratorias como faringitis y bronquitis, así como reagudizaciones de asma. Para evitar este tipo de problemas y reducir los riesgos lo más adecuado es hidratarse de manera correcta, ingerir una alimentación saludable para fortalecer el sistema inmune e intentar reducir el uso del aire acondicionado, así como su intensidad.