La alergia alimentaria es una de las más habituales entre la población infantil. Entre los niños menores de dos años, aquellas que se presentan con mayor frecuencia son a la leche y al huevo. Sin embargo, a partir de los dos años, son los frutos secos los más comunes. De hecho, las alergias a estos alimentos han emergido con fuerza en la última década. Y no solo destacan por el aumento en su frecuencia, también en su severidad, siendo estos los que más anafilaxia causan. En España, los frutos secos que con más frecuencia causan alergia en los niños son las nueces. Se trata de la principal conclusión del Estudio Pronuts, cuyos resultados preliminares se han presentado en el último congreso de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP).
Además, estos frutos secos son los que se asocian a reacciones más severas, algo que se ha confirmado en las pruebas de provocación que se realizan en hospitales. Esta investigación se ha llevado a cabo en tres centros de alergia pediátrica de Reino Unido, Suiza y España. En ella, se ha analizado la frecuencia individual de alergia a diez frutos secos y semillas de sésamo. También se ha estudiado la reactividad cutánea y en sangre y, sobre todo, en pruebas de provocación, las cuales deben practicarse en un entorno clínico por parte de especialistas en alergia infantil.
Pruebas de alergia a los frutos secos
A nivel internacional, los responsables de la mayoría de las alergias son los cacahuetes, teniendo en cuenta que esto se debe, probablemente, al predominio de la información proveniente de países como Estados Unidos, Australia o Reino Unido. En el Estudio Pronuts se han visto diferencias en la prevalencia de sensibilización o alergia en función de cada país. Así, en Reino Unido, son precisamente los cacahuetes los que mayor alergia causan, mientras que en Suiza son los pistachos. A pesar de no analizar las causas de estas diferencias, esta investigación concluye que pueden influir factores genéticos y culturales, según los tipos de alimentos que se consumen en estos países, así como la edad en la que se introducen.
En concreto, las pruebas de provocación son la mejor forma de diagnosticar si un paciente padece algún tipo de alergia alimentaria. Estas consisten en exponer al niño al alimento sospechoso de producir alergia y al que está sensibilizado, con el fin de comprobar si le provoca síntomas. Estas pruebas deben realizarse siempre en centros sanitarios con personal adiestrado en el tratamiento de reacciones alérgicas, pues pueden producirse reacciones similares a la que tuvo el niño con anterioridad.
Por eso, para evitar someter a los pacientes a las reacciones que se producen tras estas pruebas de provocación, sobre todo cuando hay una alta certeza de que esto ocurra, los especialistas buscan otro tipo de técnicas para identificar a los niños alérgicos. En el Estudio Pronuts, por ejemplo, se valoran los resultados de las diferentes pruebas, como las cutáneas, los análisis de IgE en sangre en relación al alimento completo o a componentes moleculares o, incluso, los test de activación de eosinófilos.
Es habitual que, cuando se dan estas alergias, se relacionen estas con otros frutos secos, por lo que en principio y de modo preventivo se suelen retirar de la dieta todos los frutos secos hasta que se complete el estudio alergológico con las pruebas pertinentes para evitar reacciones alérgicas por reactividad cruzada. Por tanto, el conocimiento e interpretación de todos los valores extraídos de estas pruebas ayudará a realizar una atención más personalizada y segura de cada niño alérgico.