La alergia y la intolerancia alimentarias son dos condiciones distintas, aunque, en muchas ocasiones, ambos términos se utilicen como sinónimo. Pese a poder tener sintomatología similar, no son lo mismo, por lo que conviene tener en cuenta estas diferencias para un mejor conocimiento y tratamiento del paciente pediátrico. Desde la Sociedad Valenciana de Pediatría (SVP) explicamos sus diferencias.
Por un lado, en las alergias, se produce siempre una intervención del sistema inmunológico. En cambio, en el caso de las intolerancias, nos encontramos, generalmente, con un problema metabólico o enzimático. Las alergias alimentarias se producen cuando nuestro sistema inmunitario considera que una sustancia es nociva y reacciona de forma anómala, lo que provoca una sintomatología secundaria. En el caso de la intolerancia alimentaria, encontramos unas consecuencias derivadas de un déficit enzimático o un problema metabólico, que impide que el organismo metabolice el alimento de forma correcta.
Síntomas de la alergia y la intolerancia alimentaria
Las intolerancias alimentarias, como por ejemplo la intolerancia a la lactosa o a la fructosa, provocan malestar y otros síntomas, generalmente digestivos, en el paciente. Se debe a que el organismo no es capaz de digerir de forma correcta un alimento determinado o a sustancias presentes en este con efectos metabólicos. A veces solo se produce si se ingiere cierta cantidad del alimento implicado. Los síntomas más comunes de la intolerancia alimentaria son: náuseas, gases, retortijones abdominales, diarrea, irritabilidad, nerviosismo y/o dolor de cabeza.
En el caso de las alergias, son habituales también los síntomas digestivos: dolor abdominal, hinchazón, náuseas, vómitos, diarrea…; pero pueden aparecer otros respiratorios: estornudos, tos, asma; síntomas cutáneos: angioedema de labios o boca, eczemas, urticaria; o sistémicos: shock anafiláctico. La reacción alérgica se debe a una reacción desproporcionada del sistema inmunitario en la que el organismo, entre otras consecuencias, libera sustancias químicas como la histamina.
La mayoría de las reacciones por intolerancia o alergia alimentarias son leves, pero, en ocasiones, las alergias pueden desencadenar un cuadro médico grave para el que se requiera hospitalización o incluso desenlace fatal.
Tiempo de reacción
Otra de las diferencias entre ambas condiciones suele ser el tiempo en que tarda el organismo en reaccionar. En el caso de las alergias, especialmente las mediadas por IgE, la respuesta inmune es más definida e inmediata. Los síntomas suelen aparecer en la primera media hora tras consumir el alimento y, normalmente, antes de que transcurran dos horas. Las alergias alimentarias mediadas por mecanismos inmunológicos distintos a la IgE suelen tener síntomas más tardíos. En el caso de la intolerancia, los síntomas son más difusos y con cronología variable.
¿Cómo se diagnostican?
La alergia alimentaria, cuando es mediada por IgE, se diagnostica mediante pruebas cutáneas (prick test) o análisis sanguíneos. Si es mediada por otros mecanismos, suele ser necesario hacer provocaciones específicas. Los alimentos que más alergias provocan son: leche, huevos, frutos secos, frutas, legumbres, pescado y marisco, aunque puede dar alergia cualquiera.
Para diagnosticar las intolerancias alimentarias, se suelen hacer pruebas específicas relacionadas con el alimento que se cree que lo provoca. Si se produce dicha reacción, se intenta averiguar el motivo, bien un déficit metabólico o cualquier otra causa. Hasta el momento, se conocen bien los mecanismos implicados en la intolerancia a la lactosa u otros azúcares.
Peligros de las alergias alimentarias
Aunque un niño haya presentado siempre reacciones alérgicas leves, siempre existe la posibilidad de la que la próxima ponga en riesgo su vida. La ingesta de una cantidad mínima del alimento, o a veces incluso el mero hecho de tocarlo o de inhalarlo, puede desencadenar potencialmente reacciones alérgicas graves. Debido a esto, el paciente alérgico debe seguir las instrucciones dadas por el pediatra o especialista alergólogo y, muchas veces, evitar por completo el alimento problemático y llevar siempre encima un autoinyector de adrenalina (o epinefrina). Además, el niño o adolescente alérgico y sus padres y cuidadores, deberán vigilar la composición de todos los alimentos y productos que se compran, dado que se podría producir una reacción al contacto con trazas del alimento implicado.
Sin embargo, en general, los menores con una intolerancia alimentaria pueden ingerir cantidades reducidas de los alimentos problemáticos sin riesgo vital. Es posible que el cuerpo de forma gradual pueda aceptar pequeñas cantidades del alimento sin presentar ningún tipo de malestar.