Cómo abordar los problemas de anorexia y bulimia en la adolescencia

La anorexia y la bulimia son trastornos de la conducta alimentaria que pueden tener su desarrollo y evolución durante la etapa adolescente. De hecho, la anorexia nerviosa es la tercera enfermedad crónica más común en la adolescencia y la primera causa de desnutrición en países desarrollados según los datos de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Los cánones de belleza actuales, la excesiva exposición en redes sociales e incluso los medios de comunicación, perpetúan la obsesión por el cuerpo y favorecen la aparición de complejos en etapas convulsas como la adolescencia. ¿Cómo detectar estos trastornos a tiempo? La Sociedad Valenciana de Pediatría (SVP) explica las pautas para que los padres y madres sepan identificarlos, cómo tratarlos y cómo prevenirlos.

Este tipo de trastornos suelen iniciarse en la adolescencia por diferentes causas: baja autoestima, antecedentes de sobrepeso, factores biológicos o antecedentes familiares de estos trastornos, Además, en personas predispuestas puede haber una serie de factores que influyan en este tipode alteraciones de la conducta como pueden ser el divorcio de los padres, la ruptura con la pareja o amigos, entre otras. La anorexia y la bulimia son más frecuentes en chicas adolescentes, pero la incidencia en hombres jóvenes ha aumentado en los últimos años.

Cabe destacar que, aunque ambas patologías son alteraciones de la conducta alimentaria, son algo diferentes y conviene saber en qué consiste cada trastorno. Los pacientes con anorexia nerviosa dejan de comer, o ingieren cantidades de alimentos ínfimas, sobre todo los de bajo índice calórico, para perder peso. Por su parte, los que sufren bulimia nerviosa se dan “atracones” de comida que les implica graves sentimientos de culpa, por lo que después siguen conductas “compensatorias” con actos como provocarse el vómito, tomar laxantes o hacer deporte de forma excesiva. Todo ello para no engordar.

Signos de alerta para detectar anorexia o bulimia en los hijos

Es importante detectar ciertas señales del comportamiento del menor para ponerle freno cuanto antes y evitar problemas de salud graves. Estos son los cambios del adolescente que hacen sospechar de un trastorno alimentario:

  • Comienza a evitar comer en familia y prefiere hacerlo en soledad
  • Rechaza alimentos hipercalóricos
  • Empieza a consumir más alimentos light
  • Trocea en exceso los alimentos
  • Discute sobre las cantidades de comida que se le dan
  • Acude al baño con frecuencia tras las comidas
  • Comienza a beber grandes cantidades de agua antes o después de comer
  • Realiza ejercicio de forma excesiva

Diagnóstico y tratamiento

El pediatra suele ser quien detecta los primeros síntomas tras los chequeos rutinarios al observar pérdida de peso, desnutrición o problemas en la menstruación en el caso de las adolescentes, y puede pautar el inicio del tratamiento con controles de peso y recomendaciones a la familia. Si no es suficiente y los problemas no cesan, es importante acudir a un psiquiatra especialista en este tipo de trastornos

El tratamiento consiste en lograr cambiar la conducta alimentaria, conseguir la creación de conciencia de enfermedad en el paciente y la reestructuración de conceptos erróneos. Suele ser un tratamiento largo que requiere de la implicación no solo del paciente, sino de todo su entorno y de la atención de un equipo multidisciplinar (psiquiatra, ginecólogo, endocrino…) que englobe también a especialistas en Gastroenterología y Nutrición. En este tipo de pacientes la recuperación nutricional debe estar muy controlada ya que se producen desbalances en el metabolismo de las grasas, así como en el del fósforo, entre otros. En los casos más graves, sobre todo de anorexia nerviosa, puede requerir la hospitalización debido a las consecuencias de una desnutrición severa.

De no tratarse a tiempo, puede llegar a ser mortal. Por otra parte, hay que tener en cuenta que muchos pacientes presentan problemas digestivos secundarios, como la esofagitis por reflujo, entre otros. Estos problemas deben estar supervisados por gastroenterología, ya que si dichas complicaciones persisten, pueden suponer un problema anorexígeno de base así como dar lugar a otro tipo de complicaciones en etapas posteriores de la vida.

Familia, profesores y amigos, fundamentales para la prevención

Tanto en casa como en los institutos, se pueden llevar a cabo determinadas acciones para prevenir estas conductas nocivas.

En casa, la principal herramienta de prevención es llevar una relación óptima con los hijos. Tener un ambiente propicio para el diálogo donde reine la confianza entre padres e hijos. En la adolescencia experimentan multitud de cambios fisiológicos y sociales y es una etapa donde las inseguridades y complejos comienzan a aflorar, por lo que es importante que tengan la confianza para hablar y contar sus problemas y sus sentimientos. Se deberá procurar comer en familia puesto que es una de las formas donde se pueden detectar las primeras señales de alerta, y cuando se sospecha de esta problemática, se recomienda que los padres observen de cerca su comportamiento y visiten al pediatra como primer paso.

Por otra parte, en el instituto, las charlas o conferencias tanto a los alumnos como a los padres al respecto pueden ser de utilidad. Pasan mucho tiempo en clase, por lo que los profesores y los compañeros pueden ser una pieza fundamental para la detección temprana de estas patologías. De hecho, el papel de los amigos es necesario y crucial. Ante la sospecha de anorexia o bulimia de un alumno, desde la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB), recomiendan escucharle, no restarle importancia y animarle a que pida ayuda profesional, es la única vía para que se recupere. Es habitual que las personas que sufren anorexia o bulimia se nieguen o no reconozcan que tienen problemas, según ACAB. Si pese a insistir en que visite a médicos no hace caso, lo mejor que se puede hacer por esa persona es hablar con sus familiares y poner en su conocimiento la situación. Señalan que puede enfadarse, es un acto habitual, pero tal y como advierten, ocultar la enfermedad nunca es una solución.

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